Hay un nuevo desarrollo en la historia humana que se está produciendo y que no se está contando.Aquí, intentamos explicarlo.

29 ago 2013

Reducción de la deuda pública: ¿Cuál es el problema?

La crisis financiera mundial de hecho ha finalizado o, al menos está finalizando. No se espera que las economías sigan en declive.

Sin embargo, no se puede decir que todo está bien: la crisis económica fue sustituida por una nueva depresión global. Algunos economistas ya la han bautizado como “tercera gran depresión”. 

El problema reside en que la mayoría de los países desarrollados confiaron demasiado en la globalización. Y al verse ante la faz de la crisis empezaron a tomar medidas, lo que en solitario difícilmente lo hubieran hecho: tipo, los socios en el ámbito de la economía global nos ayudarán. Los ejemplos más típicos son Grecia y Chipre. Pero, lamentablemente, estos países no son los únicos.

Como consecuencia, hay que salir del pozo de la post-crisis, desarrollar la economía, pero no hay dinero, o mejor dicho lo hay, aunque permanentemente desaparece en el “agujero negro”, en el agujero de la deuda pública. 

En 2008 y 2009 muchos países sobrevivieron a costa de los empréstitos exteriores. Pero el caso es que tomas prestado por un tiempo dinero ajeno y devuelves el tuyo y para siempre… 

Como resultado, la buena situación para la mayoría de las economías mundiales relacionada con las proporciones de la deuda pública en los años 2005-2006 y, en principio, admisible en 2008-2009, se volvió muy grave en 2010. Tan grave que fue el tema principal de la cumbre del G-20 en Toronto en 2010. Debemos decir honestamente, que Canadá es uno de los líderes en recepción de empréstitos con respecto al PIB: su deuda pública aumentó del 70 % del PIB en 2008 a casi el 85 % del PIB en 2010, y desde entonces prácticamente no varía.

Tres años atrás los países participantes de la cumbre convinieron en que a partir de 2011 habrá que tomar medidas para recortar los déficits presupuestarios. En calidad de tarea se planteaba la reducción del déficit público a la mitad para 2013. Además, se decidió que en 2016 deberán estabilizarse los montos de la deuda pública. 

Ya hoy se puede ver que la tarea no está al alcance de todos ni mucho menos. La revista The Economist respalda un proyecto muy interesante: el reloj de la deuda pública mundial (http://www.economist.com/content /global_debt_clock). La primera cifra en la página del contador digital muestra la cuantía corriente de la deuda pública mundial. Durante el tiempo en que escribo este párrafo el volumen de la deuda aumentó en dieciséis millones de dólares. Actualmente es de 41 856 219 878 2 16 dólares, o dicho más claramente 41 billones(!) 856 mil millones(!) 219 millones(!) 878 mil(!) 216 dólares!!! 

No, ya es mayor… 


En ese mismo sitio se puede estudiar el mapa interactivo que muestra la dinámica de la deuda pública exterior de cada Estado desde 2002 y hasta nuestros días. Y si para Rusia no todo está tan mal, nuestra deuda pública exterior es del 8,2 % del PIB, para los países fundadores de la Unión Europea, EEUU, Japón y Canadá no todo es tan radiante. 

Literalmente en los últimos dos años la deuda pública exterior en la mayoría de esos países rebasó tranquilamente el 80 %. Por ahora se mantienen más o menos solo España y EEUU, aunque sus cifras superan el 75 % del PIB. 

El líder europeo es, claro está, la martirizada Grecia, aunque la situación tampoco es nada buena en Gran Bretaña, Irlanda, Francia, Italia y Portugal. 

Y las deudas del Japón representan en general el 241 % del PIB. A los japoneses simplemente no les queda otra cosa que librar guerras monetarias y debilitar en yen para estimular la economía nacional. Aún en 2007 la deuda exterior del Japón se cifraba “tan solo” en el 169 % del PIB. 

Las suposiciones que están hoy en la agenda apuntan a que los estados empezarán a practicar una política fiscal en que el nivel límite (pero extremadamente indeseable) de su deuda pública exterior será en una perspectiva a largo plazo del 90 % del PIB. Se considera que ésta es la cifra tope que permite atender con eficacia la deuda pública bajo los parámetros corrientes de obtención de empréstitos y paralelamente asignar la cantidad necesaria de recursos para la solución de las tareas internas del Estado. 

Sin embargo, la necesidad no implica ni mucho menos que tal nivel sea suficiente para una salida segura de la depresión, más aún teniendo en cuenta otros factores negativos de la agenda, que se prevén debatir en el G-20, sobre todo los relacionados con los fracasos en las guerras monetarias. Los representantes de la UE en el G-20 insistirán en que se tomen medidas más rigurosas. Para sus participantes la Unión Europea tiene previsto establecer un tope de deuda pública del 60 % del PIB. Teniendo en cuenta sus parámetros corrientes y los empréstitos pronosticados (evaluaciones de los volúmenes que se pueden encontrar en los pronósticos de los analistas de los bancos internacionales de inversiones), a los países de la UE les aguardan tiempos difíciles: un crecimiento de los impuestos y el recorte de los programas sociales. 

La broma resultará peligrosa: la “variante francesa” puede empezar a materializarse en otros estados con una parte considerable de ciudadanos que viven a costa de los subsidios. 

No obstante, el trabajo con la deuda pública es algo absolutamente necesario. Precisamente por eso Rusia propuso plantear este asunto de forma determinante, sin esperar el año 2016, en calidad de punto de comprobación de los acuerdos de 2010. La situación en el mundo cambia muy rápidamente. 
De hecho la quiebra de Grecia y Chipre es solo la primera señal. Se le puede prestar atención o hacer caso omiso de ella. Y el hecho de que Rusia haya reaccionado a esa señal muestra, en realidad, el nivel de responsabilidad del Estado como actor en la escena global. La disminución de la deuda pública al día de hoy no es nada crítico para nuestro país. Se trata del desvelo por los socios comerciales cercanos. 
No estoy seguro de que los socios lo valoren. Sin embargo, nadie espera resultados rápidos. Con su quehacer en la década de los noventa nuestro país estropeó notablemente su imagen en la arena internacional y casi queda al margen del proceso político mundial. El proceder actual estriba en las medidas absolutamente correctas enfiladas a su reincorporación. 

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